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El desafío de un mundo sostenible que piense en la salud mental como prioridad.

Si vamos a lograr una reducción sustancial de la carga mundial de las condiciones de salud mental, tenemos que abordar las circunstancias sociales y económicas que las impulsan. Un programa de desarrollo integrado debería colocar la salud mental en el centro, tanto como medio como objetivo de desarrollo internacional.

La pobreza tiene un efecto negativo en la salud mental, conductual y emocional de los niños y jóvenes a través de una serie de vías. La pobreza y las enfermedades mentales se entrelazan en un círculo vicioso que aumenta el riesgo de enfermedad mental entre los pobres y mantiene una espiral descendente hacia la pobreza entre los que viven con enfermedades mentales.

En otras palabras, si vamos a lograr una reducción sustancial de la carga mundial de las condiciones de salud mental, tenemos que abordar las circunstancias sociales y económicas que las impulsan. O para decirlo con más claridad: ¿Por qué tratar a la gente sólo para enviarlos de vuelta a las circunstancias que los enfermaron en primer lugar?

En este proceso, intentamos ilustrar cómo es relevante alcanzar una gama mucho más amplia de metas para la salud mental mundial. Por ejemplo, la reducción de la violencia de género, las transferencias de efectivo, las mejoras en la vivienda, la mejora a la educación; y las respuestas tempranas a las emergencias humanitarias todas conllevan beneficios para la salud mental, y su impacto y sostenibilidad podrían mejorarse con intervenciones integradas en la salud mental.

El 17% de las personas en México presenta al menos un trastorno mental y una de cada cuatro lo padecerá como mínimo una vez en su vida. Actualmente, de las personas afectadas, sólo una de cada cinco recibe tratamiento.

Del presupuesto en salud en México, sólo se destina alrededor del 2% a la salud mental, cuando la Organización Mundial de la Salud, OMS, recomienda que se invierta entre el 5 y el 10%. Además, el 80% del gasto en salud mental se emplea para la operación de los hospitales psiquiátricos, mientras que se destina muy poco a detección, prevención y rehabilitación.

Sumado a todo esto el contexto de post pandemia ha dejado un panorama aún más complicado en esta temática. La pandemia de COVID-19 ha afectado a la salud de las personas, pero también a sus objetivos, su dinámica familiar, su rol laboral y su estabilidad económica. En este sentido, constituye una crisis global sin precedentes que ha ejercido un impacto sobre la salud mental a través de múltiples mecanismos de forma simultánea, y que requiere una actuación urgente.

En resumen, se requiere una agenda integrada de desarrollo que sitúe la salud mental en el centro, tanto como medio como objetivo del desarrollo nacional. Sin duda la cuenta pendiente del pueblo mexicano es la salud mental, acercarnos a un mundo mejor será acercarnos a un mundo donde cada problemática se aborde de manera integral. Pensando en el desarrollo sostenible en todas las áreas de la sociedad.

Buenos días, buenas tardes y buenas noches.